Las falacias formales y las falacias informales son dos formas distintas en que un razonamiento puede fallar, y aunque ambas siguen siendo falacias, tienen sus diferencias. Las falacias formales son aquellas que fallan con su estructura lógica, cometen errores sin importar el contenido, su estructura es inválida aunque las premisas sean verdaderas, la conclusión no se sigue necesariamente, y por tanto el argumento es lógicamente incorrecto. Si quieres saber más de las falacias formales, te invitamos a leer más acerca de las falacias formales aquí.
Por otro lado, las falacias informales no se deben necesariamente a una estructura inválida, sino a problemas en el contenido, el contexto, la ambigüedad, o el uso del lenguaje. Son razonamientos que pueden parecer convincentes, sobre todo en lenguaje cotidiano, pero que fallan por razones que van más allá de la lógica formal. Aquí es donde entra la idea de que muchas falacias informales se parecen a “juegos del lenguaje”, en el sentido de Wittgenstein: funcionan dentro de determinados contextos sociales, culturales o retóricos, donde el significado y la intención pesan más que la estructura lógica pura.
Ejemplo de una falacia formal:
Si llueve, entonces la calle está mojada.
La calle está mojada.
Por lo tanto, llovió.
Esta falacia se le conoce como “afirmación del consecuente”, aunque las premisas pueden ser verdaderas, la conclusión no se sigue necesariamente. La calle podría estar mojada por otras razones (por ejemplo, alguien la lavó). Aquí el error está en la forma lógica del razonamiento, no en el contenido ni en el lenguaje.
Ejemplo de una falacia informal:
“No deberíamos prohibir la caza deportiva. Si empezamos por ahí, pronto van a prohibir la pesca, luego la ganadería, y al final todos tendremos que volvernos veganos por obligación”
Esta falacia se le conoce como “pendiente resbaladiza” o “slippery slope”. Se exageran las consecuencias de una medida razonable asumiendo sin pruebas que llevará inevitablemente a extremos no deseados. Aquí el problema no es lógico en términos formales, sino que se juega con el lenguaje y el miedo al futuro para rechazar una idea sin refutar directamente.