Un argumento en lógica es una secuencia de razonamientos representados en forma de proposiciones cuyo objetivo es establecer una conclusión a partir de ciertas premisas. Dependiendo de cómo se relacionan las premisas con la conclusión, los argumentos se pueden clasificar en diferentes tipos: deductivos, inductivos, analógicos y abductivos. Cada uno de estos tipos sigue un enfoque particular para conectar las premisas con la conclusión y tiene distintas aplicaciones en la lógica y el razonamiento.
Primero, el argumento deductivo es aquel en el cual la conclusión se deriva necesariamente de las premisas. En un argumento deductivo válido, si las premisas son verdaderas, la conclusión también lo será de forma inevitable. Este tipo de argumento establece una conexión lógica inquebrantable entre las premisas y la conclusión. Por ejemplo, si decimos “Todos los mamíferos tienen pulmones” y “Los delfines son mamíferos”, entonces podemos deducir que “Los delfines tienen pulmones”. Los argumentos deductivos son fundamentales en la lógica formal y en las matemáticas, donde se busca demostrar conclusiones con total certeza.
En contraste, el argumento inductivo funciona mediante una probabilidad, y su conclusión no es necesariamente cierta, sino probable en mayor o menor grado. En un argumento inductivo, se parte de observaciones o experiencias particulares (también llamados “juicios empíricos”) para llegar a una conclusión general. Por ejemplo, si observamos que el sol ha salido cada día de nuestras vidas, podríamos inducir que “El sol saldrá mañana”. Aunque no es una certeza absoluta, la conclusión es probable dada la regularidad observada, la inducción es común en las ciencias empíricas, donde se formulan generalizaciones a partir de casos específicos. Nunca hay que dejar de tomar en cuenta la no universalidad que tiene esta forma argumental, ya que pueden haber casos donde quedarnos únicamente en la observación puede implicar errores en nuestro argumento.
Luego está el argumento analógico, que basa su conclusión en una comparación de semejanza entre dos situaciones o conceptos. Este tipo de argumento sostiene que, debido a que dos cosas son similares en ciertos aspectos, probablemente también lo serán en otros. Por ejemplo, si sabemos que los humanos y los delfines son mamíferos y que los humanos pueden aprender lenguajes complejos, podríamos argumentar que los delfines también tienen la capacidad de aprender formas complejas de comunicación. Sin embargo, al tratarse de una analogía, la conclusión no es segura ni universal; depende de la fuerza de la semejanza entre los casos comparados. Los argumentos analógicos son comunes en la vida cotidiana y en el derecho, donde se busca aplicar principios a casos similares.
Finalmente, el argumento abductivo es un tipo de razonamiento que se utiliza para proponer la explicación más probable o plausible de una observación o conjunto de hechos. La abducción es común en situaciones donde no se tiene certeza, y se selecciona la hipótesis que mejor explica los datos. Por ejemplo, si encontramos migajas de galletas junto a un perro, podríamos abducir que “El perro probablemente se comió las galletas”. Aunque existen otras posibilidades (las galletas pudieron caer por accidente, alguien más podría haber estado comiéndoselas), la explicación de que el perro se las comió parece la más plausible dado lo observado. Este tipo de argumento es muy útil en campos como la medicina, la investigación criminal y la ciencia, donde se busca formular teorías que expliquen observaciones complejas.